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Jesús Márquez, un labrador de la devoción en familia

hace 1 año

Culto a la eucaristía y misas acompañadas de guitarra, partes de su “cosecha” como pastor de esta comunidad parroquial
Axel Ocaña

Aunque con un ligero pendiente de haber hecho un poco más, monseñor Jesús Márquez Farfán destacó que el culto a la eucaristía, el enriquecimiento de la devoción en familia y hasta ser pionero en las misas acompañadas con guitarra, ha sido parte de su legado durante casi 52 años que estuvo al frente de la Capilla del  Calvario, un templo emblemático de Toluca construido a principios del año 1700. 

Con el entusiasmo intacto y luego de su retiro de la parroquia mencionada, el padre Márquez otorgó amablemente esta amena e interesante entrevista. El Tema: su trayectoria y sus inagotables experiencias vividas en la Capilla del Calvario, durante casi 52 años. 

“Desde muy pequeño estuve rodeado de gente muy buena y aunque mi abuelo no era muy practicante pero sí creyente, fue bueno, caritativo y bondadoso, de tal suerte que esos ejemplos de caridad durante mi niñez marcaron mi vida”, recordó. 

Abordo de un triciclo, revivió que hace muchos años fue llamado por sus padres para revisar un periódico color azul donde en cuyas páginas aparecían algunos seminaristas. Cuando seas grande, ¿no te gustaría ser sacerdote?,  recordó esa pregunta de su papá y con ello el primer acercamiento con la palabra: sacerdote.

Un segundo momento, refirió, ocurrió igual en su niñez, tras un domingo que al despertar descubrió que en su casa no había nadie y al preguntarle a un muchacha que ayudaba a los quehaceres del hogar, le informó que todos se habían ido a misa. 

“Recuerdo que me cambié de ropa muy rápido y corriendo me fui a misa para alcanzar a mis papás y mis hermanos. Me quedé parado en el cancel de la puerta del templo y vi de cerca al sacerdote que estaba dando la comunión. Ahí, pensé cuándo sea grande quiero dar el cuerpo de Cristo”, detalló monseñor Jesús Márquez. 

Esa, indicó, fue la segunda sensación de su vocación que posteriormente se acrecentó con la enseñanza en el colegio que manejaban monjas Carmelitas, donde aseguró, el trato fue bueno y lo orientaron por el camino del bien.

“El contacto con varios seminaristas me despertaron de nuevo esa idea y así a invitación del sacerdote del lugar decidí ingresar al Seminario. Sólo recuerdo que una vez que le dije a mi padre, él murmuró: en una semana va a volver, porque no habrá quien le cumpla sus gustos para la comida, pero bueno ve,  sólo voy a decirles que te quiten esa sonrisa de siempre”, mencionó. 

Aunque, confesó, que si pensó en "tirar la toalla", optó por quedarse y una vez que entró en funciones el Seminario Conciliar de Toluca fue enviado de la Ciudad de México para terminar su formación sacerdotal. 

“Antes de ordenarme cómo sacerdote me pidieron que ayudara en la disciplina a un sacerdote, además de que impartí clases de latin en el Seminario. Una vez que terminé de maestrillo, me tocó la ordenación”, agregó. 

Recién ordenado como sacerdote, comentó que el obispo lo envió a Santa Ana Nichi que era la parroquia de San Felipe del Progreso junto con un diácono, para luego de tres meses regresar y convertirse en vicario del templo de San Juan Bautista y ser administrador de San Lorenzo Tepaltitlán por casi dos años, encabezando de igual manera los templos de San Andrés Cuexcontitlán y San Cristóbal Huichotitlán. 

Por órdenes del obispo, platicó monseñor Márquez Farfán que se tuvo que ir a estudiar sociología pastoral a Roma, sin embargo, lo volvió a llamar y por lo mismo no se tituló hasta años después. 

“El obispo me regresó y me dijo que luego me iba a devolver a Roma, por lo que me envió al templo de Dolores y tras un accidente volví al Seminario a dar clases para luego irme de vicario a Cacalomacan, administrador en Almoloya de del Río y de nuevo vicario cooperador en San Juan Bautista”, subrayó. 

Una vez que volvió a Roma y regresó, señaló, fue enviado a la Capilla del Calvario y aunque pudo irse a Temascaltepec, la decisión del Obispo en aquel entonces, lo mantuvo en lo que iba a ser su casa más de medio siglo. 

“La verdad es que Dios siempre me ha hecho la vida muy fácil, yo estando en Roma conocí a un grupo de señoras que habían ido a un estudio de arte y las lleve a ciertos lugares que no eran ni para turistas, ya después de que llegue al Calvario las volví a encontrar y todo fue más fácil”, afirmó. 

Las misas en aquel entonces, dio a conocer, se celebraban el domingo a las 09:00 horas pero a petición de una de las fieles se instauró otra más a las 12:00 horas y a la segunda ceremonia, la capilla se llenó y por lo mismo, comenzó a entrar en contacto con la gente. 

“Yo me di cuenta y de inmediato el culto se vio renovado, pues comenzó a ir mucha gente, entre ellos unos chamacos que me propusieron ofrecer la misa de 12 con el acompañamiento de guitarras. Eso en aquel entonces era un escándalo a pesar de que me tocó estar en el Concilio en Roma donde ya se había aprobado el uso de instrumentos”, narró. 

Pese a ello, aprobó la ceremonias con guitarra y eso propició que la gente acudiera en un mayor número al grado que ya no era suficiente el lugar. Fue hasta que llegó la fiesta -un 16 de julio- que acudió el Obispo y al final de la misa festejó el espíritu juvenil y de ahí el uso de instrumentos en la misa que se extendió a otros templos. 

Asimismo, recordó con un poco de risa, la forma en que fue construida la casa en la capilla del Calvario, pues todo se originó a raíz de una columna periodística en El Sol de Toluca firmada por “El Fofoy”, y es que, detalló que aunque fue criticado junto con el mandatario estatal de aquel entonces, ello originó que la obra se llevará a cabo. 

El tiempo corrió, dijo y la decisión de retiro cobró más auge, de tal suerte que aunque el momento se prolongó por la pandemia, se vino el cambio y por lo mismo, en la fecha acordada junto con el Arzobispo de Toluca,  dejó lo que fue su casa por casi 52 años, que cumpliría el próximo domingo.  

“Estoy tranquilo, pero creo que si me faltaron cosas por hacer y ahora que reflexiono creo que cometí un grave error al llegar a la capilla del Calvario, pues debí visitar casa por casa al barrio para relacionarme más con la gente.  Pese a ello, cada año logramos realizar la fiesta de buena forma y con la presencia del obispo”, resaltó. 

También finalizó monseñor Márquez Farfán que descuidó los últimos años el impulso a los jóvenes, pues le ganó el trabajo que hizo a favor de las familias y su cercanía con la fe, así como el culto a la eucaristía y la devoción.


Foto(s): Daniel Camacho | Bisturí Noticias
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