Al igual que desde hace 43 años, David Espinosa Monroy se levantó la mañana el pasado 15 de noviembre a las 06:00 horas. Salió de su habitación y encendió su estufa para calentar agua, enseguida se dirigió a su clóset y tomó por última vez su uniforme: su capa.
Con un poco más de tiempo de que lo normalmente tardaba, terminó de vestirse mientras sus cascos lo observaban. Después de arreglar su mochila, bebió su café que acompañó con una rebanada de rosca de nuez.
La hora de marchar había llegado. Se dirigió a la imagen de la Virgen de Guadalupe y tras persignarse, se miró al espejo, ya me voy se dijo, abrió su puerta y salió.
A bordo de su camioneta y con su mirada escondida entre una gafas transparentes, David platicaba, “mi trabajo es ayudar a la gente y no voy pensando en qué sector me va a tocar, qué servicio voy a cubrir o con quien me tocará la guardia”.
Un saludo cordial con los guardias y llegó a las instalaciones de lo que fue su casa por una gran parte de su vida: el Sistema de Urgencias del Estado de Mexico (SUEM).
De nueva cuenta se dirigió a la capilla y se reportó con su divinidad. Después de cruzar saludos con sus compañeros fue y pidió su ambulancia, esa que fue su hogar por 43 años.
Lamentablemente no le fue asignada, y se entiende, quizá su ambulancia, la 12, pidió una misión especial para evitar una triste despedida con su morador preferido, David.
Entre broma salpicada de una nostalgia visible en sus ojos, David me confesó: Que si no quiero a mi ambulancia? Una vez una mujer me dijo:
-Me quieres?, me extrañas?
-Acaso eres mi ambulancia, le contesté y sonrió.
A bordo de otra unidad, salió su primer servicio de esa última guardia. Un choque en la autopista Bicentenario.
El sonido de la sirena se abría paso por la Toluca-Palmillas. Su mirada escondida en sus gafas, solo miraban el horizonte.
En minutos llegó al lugar del percance y de inmediato bajó de la ambulancia a ayudar, tomó del brazo a una paciente y con el apoyo de otro paramédico la subieron a su unidad.
La lesionada por fortuna no iba grave y eso dio oportunidad que durante el traslado a un hospital, David me contará: “Le debo mucho a mi familia, pues por dedicarme ayudar a los demás, los abandoné, y siento que por eso perdí a dos de mis hijos”.
Sin embargo, añadió, ellos entendieron que mi misión era ayudar a la gente, por eso, siempre los reunía en la segunda semana de diciembre con una comida y un regalo, pues después tenía que volver a trabajar.
Ahora me confesó, serán mis hijos la prioridad, así como mis 14 nietos, y cuando me iba a completar sus proyectos, el radio interrumpió la platica.
Convencido de que estaba preparado para su última guardia, las lágrimas lo desmintieron al entrar al SUEM y ser recibido con aplausos por sus compañeros, con las ambulancias formadas y sonando sus sirenas.
No contuvo el llanto y abrazó a cada uno con quienes compartió su amistad. Uno a uno, se fueron despidiendo y las lágrimas se multiplicaron con quienes pasó una gran parte de su vida.
Un reconocimiento, un adorno floral y un pastel, solo adornaron las muestras de afecto que recibió David Espinoza, quien con ya con los sentimientos a tope, dijo: “me da gusto esta despedida, es una emoción muy grande y me da la seguridad de que sembré algo”.
“Salgo con la frente en alto. Es un gusto haber compartido con ellos todos estos años. Puedo aparentar dureza pero soy sensible y también sé llorar”, agregó.
Gracias por tu amistad, le dijo seguido de un abrazo su amigo y compañero el Dr. Acosta, yo también me sumo y le doy las gracias por permitirme ser su amigo, porque quien no le agradecería a un héroe acompañarlo en sus hazañas????
Me queda claro que desde el pasado 15 de noviembre la sociedad se ha quedado sin un héroe sin capa:
Hasta pronto David Espinosa Monroy siempre en 54 y a nombre de miles de personas que recibieron tu ayuda: gracias, gracias, gracias.
