Crónica
Xonacatlan, Méx.- Vida por vida una ecuación simple, sencilla y también aplicada por comuneros de San Miguel Mimiapan, quienes desde el pasado 14 de enero de este año instituyeron guardias ciudadanas encargadas de cuidar su casa: los bosques.
Acostumbrados a ganarle al sol, decenas de pobladores salieron de sus hogares aquel domingo. Para recorrer sus montes, nada de especial en sus vestimentas, a excepción de un rifle o una escopeta colgada de su brazo, así como una mochila con el almuerzo aderezado por un arma de fuego.
Unos bostezos y reclamos al aire por quienes tardaban en llegar, marcaron la partida del contingente conformado por alrededor de 60 pobladores.
El calzado todo terreno comenzó a crujir en el camino, mientras algunas bromas acompañaban el caminar sinuoso. Sin tiempo de un respiro, nos enfrentamos a la montaña.
La subida acabó con el oxígeno de unos cuantos incluyendo de un habitante nombrado comandante de una de las cuadrillas. Otro cigarrito!!!, valvuceaba mientras se paraba y escondía su cansancio debajo del sombrero.
Vamos a caminar por la orilla del río que nos divide de Santa Ana Jilotzingo, primero para delimitar nuestro territorio y segundo para que vean como asesinan a nuestros árboles y se los llevan, dijo un médico que dejó atrás el “bisturí” para ahora curar al bosque.
Es algo justo, añadió mientras devoraba metros con su caminar, si el bosque nos da vida, nosotros también tenemos que dar la vida por los árboles.
Quizá yo ya no lo vea, pero que le vamos a dejar a nuestros hijos y nietos, platicaba otro de los comuneros que se movía como liebre entre la maleza.
Más de una hora sin descansar y con la promesa de encontrarnos cerca de uno de sus líneas divisorias con otros municipios, tomamos un descanso.
Sentados en una piedra, los comuneros tomaron un descanso, al compás de la música del río. Unos minutos más y comenzamos a ver cadáveres de árboles y de inmediato el enojo: aquí vienen y talan, pero ya no los vamos a dejar, refirió un comunero mientras acariciaba su arma.
Anoche ya hubo balazos, los talamontes de Jilotzingo andaban merodeando por aquí y les tiramos bala, añadió otro campesino.
Que sepan los talamontes, aquí no los vamos a dejar que se sigan llevando nuestros árboles, nuestra madera, nuestra agua, nuestra vida…
