Las letras sienten, sufren, lloran, se enojan y porque no decirlo, también se robustecen y se vuelven sedentarias: Esa fue mi percepción al conocer y entablar una exquisita plática con Delfina Careaga, una amante de la literatura y enamorada de Toluca.
Apenas entraba a su pequeño departamento y los libros parecía ya se revelaban al punto del plantón. Seguido del saludo, una amable sonrisa abría su puerta de par en par y la escritora comenzaba a hablar con confianza. Parecíamos amigos de toda la vida, presumo sin exagerar.
En su silla de ruedas y postrada a un costado de su piano, lo miró y me dijo: -Todavía toco el piano por las tardes
-Qué envidia pensé, y de inmediato me propuse en silencio venir una tarde, acercarme a la ventana y disfrutar de su música.
La primera pregunta fue muy directa, quién es Delfina Careaga?, pero la contestación muy contundente
-La verdad es que a veces se quien es pero a veces no. Pero bueno la que más siento es una mujer que siempre pretendió lo más sencillo, natural, sincero y humanitario.
Y prosiguió, en mi vida tuve tres pasiones: la música clásica que oí desde que nací porque me la pusieron en la casa y estudié piano; el cine de arte y la literatura.
De niña, relató, fue la etapa más feliz de su vida, a pesar de quedar huérfana desde el momento de nacer. Sin embargo, aseguró, pese a la muerte de su madre, tuvo a su abuela paterna el apoyo, en una familia de casa grande en la colonia San Rafael de la CDMX.
La vida, aseguró, no le quedó a deber nada en su niñez, hasta que con el paso del tiempo, el amor la hizo alejarse de una de sus pasiones: el piano.
Después de 15 años de casada, narró, se divorció, pero se volvió a casar y a divorciar. Eso la llevó a abandonar a la Ciudad de México y decidió emigrar a Toluca pues le permitía estar cerca de su único hijo.
Su llegada a esta ciudad , recuerda, fue en el año de 1982, ese año nació su nieta. De ahí se volvió a enamorar, pero no de un hombre sino de la ciudad que hoy todavía goza de su existencia.
Correctora de estilo pero a la vez, escritora en sus tiempos libres, escribió una entrevista obra de teatro que ganó el Premio Nacional de Teatro por “De todos modos nos morimos” o “Una tal Raimunda”.
Después se aventuró en el guion de una película que la llevo a ganar un premio Ariel. Todo ello en nombre de Toluca. Así, decidió emigrar a España, pero al no lograr sus objetivos, optó por regresar a la Ciudad de México y luego Toluca.
A partir de ahí, se volvió a recostar en las letras y a pesar de sentirse afortunada por contar con dos empleos que le permitían vivir humildemente, las mutaciones gubernamentales, la dejaron con un solo trabajo el cual todavía la sostiene a sus 85 años de edad.
Agradecida con el gobierno estatal que le brindado cobijo laboral, Delfina Careaga, ruega por una beca que le permita vivir el resto de su vida y ponerle fin a la angustia de contratos temporales por parte del área denominada “Bibliotecas y Documentación” perteneciente la Secretaria de Cultura y Turismo.
A ese ruego, se suma la sublevación de las letras ahí rondando en su habitación frente a su sillón y a un lado de su piano.
Las vi tan enojadas tan molestas que a punto estaban de tomar las calles para manifestarse y con pancartas exigir: “queremos bailar, brincar, gritar… escribir”
Al final de la charla armonizada por una taza de café y las travesuras de su pequeña mascota, Delfina Careaga desplazó sus dedos por su piano e interpretó una bella melodía titulada “Espejo”, que comparto para beneplácito de los lectores de esta entrevista.
