Lento pero a la vez presuroso caminé la tarde de este miércoles, paso a paso me dirigía la avenida Hidalgo. Con la mirada un poco vaga que se perdía en el pavimento llegué a mi destino.
Esa caminata me hizo recordar el recorrido cada vez más frecuente que hacía de mi casa al restaurante para saludar a mi amigo Enrique Lazaga Yamín.
Al abogado lo conocí solo de vista en la Comisión de Conciliación y Arbitraje Médico del Estado de México ubicado en la calle de Aldama. Y es que en las constantes entrevistas que tenía con el doctor Tomás Azuara, en aquel entonces titular de este organismo, la puerta entreabierta de su oficina me dejaba ver a un subcomisionado serio.
Años después y tras acercarse el proceso de elección para renovar a la dirigencia del Colegio de Abogados del Estado de México A.C., el Lic. Fuad Isaac, en excelente puente entre el servidor público y el reportero, nos reunió.
Aquel día del encuentro, la entrevista obligada por el momento que atravesaba el Colegio de Abogados, se convirtió en una charla de amigos. Al final, la amistad prevaleció y desde entonces, me unió con Enrique Lazaga.
Las pláticas con el presidente del Colegio de Abogados siempre fueron amenas y provechosas informativamente hablando, tenia buenos datos y los temas eran diversos.
Sus avisos siempre eran oportunos y llegamos a hablar de proyectos periodísticos, siempre se mostraba abierto y agradecido con el gremio periodístico. De hecho tenía en mente organizar un desayuno para los medios, tú me ayudas a organizar, me decía, pues ustedes -dirigiéndose a reporteros y fotógrafos-, nos apoyan.
Enrique Lazaga Yamín puso en mis manos un expediente que aún no lo he freído en mi sartén informativo. Un caso que sin lugar a dudas despertará el interés de muchos lectores y que solo un abogado le confiaría a un amigo.
Volviendo al último encuentro con mi amigo Enrique Lazaga Yamín, esta vez ya estaba ahí, no lo tuve que esperar como era costumbre debido a mi necia puntualidad.
Esta vez no nos dimos un abrazo ni compartimos el pan y la sal, solo me acerqué al féretro y lo saludé. Lo miré sonriente y lo escuché sin que me hablara: Cómo está mi querido amigo?.
Solo le dije en silencio: gracias por tu amistad, nos veremos pronto.
Esta amistad aún no está cerrada!!!